Lo acontecido en el campo postelectoral las últimas semanas nos para de frente a una nueva configuración del sistema político argentino luego de más de quince años. La solitaria constitución tripartita resultante de la alianza Macri-Bullrich-Milei viene a romper el sueño húmedo de un presidente ciudadano, y es que, lejos de cualquier atisbo de integridad moral, Javier Milei se abraza con quien tan solo meses atrás había acusado de “asesina, pone bombas” en una demostración irrefutable de apego al dictamen del ex presidente Mauricio Macri, sumado esto a que en función de las cumbres acontecidas entre los principales dirigentes de Juntos por el Cambio y consecuentemente de la Unión Cívica Radical podemos deducir una partición entre el binomio Macri-Bullrich y el resto de lo que hasta el domingo 22 acompañaba a la candidatura de la ex Ministra de Seguridad. La Unión Cívica Radical parece recrudecer su enorme espíritu republicano en esta patriada separatista, eligiendo el lugar de la impugnación cuando dos modelos de país están en disputa.
El alborotado peinado y el discurso outsider de Javier Milei no fueron suficientes para socavar el gran piso -a veces aparentemente subterráneo- de votantes peronistas que se erigieron en nombre de Sergio Massa durante las elecciones presidenciales con casi el 37% de los votos. El candidato por La Libertad Avanza contaba con tres activos al momento de encarar la elección del domingo 22, no ser antiperonista, ser anti casta y no tener aparentes jefes políticos, hoy, a más de una semana del domingo electivo parece haber destruido todo lo que hacía a su diferencial. El antiperonismo es la bandera de esta fusión republicana-liberal, en acompañamiento de dos líderes históricos de la principal oposición de los últimos quince años, de apellidos nobles; Macri y Bullrich ejercen de postulantes de cargos públicos para un futuro eventual gobierno liberal de Javier Milei.
Javier Milei se postula frente a la desencantada sociedad argentina como un hombre de la economía, un poco alienado en sus respuestas y de un firme carácter liberal. Lejos de ser su actitud vesánica la causa de todas sus dolencias, pues se había retirado de las Elecciones primarias obligatorias (PASO) con un más que vislumbrante 29.86 %, es su alianza desesperada con todo lo que había declarado ruin de la política argentina lo que lo coloca como decisor de su propio destino, de comandar la revolución -contrarrevolucionaria- a ser un servil mandatario del más tradicional poder real local. A veces al hacer política es mejor esperar que hacer, y negociar con los resultados en caliente no parece ser el escenario ideal para dar muestra de muñeca política. Sergio Massa, por otro lado, es quien parece estar signado por el bastón de mariscal peronista en uno de los momentos más cínicos en la historia del PJ, con una inflación del 12% mensual en septiembre y 138% anual y un dólar disparándose cada vez más, es tarea del dirigente del Frente Renovador hacer valer su momento bisagra dentro del juego de la política, utilizar lo que le es entregado y ser el cabecilla de una renovación que el Movimiento Justicialista viene reclamando hace muchos años. Su agenda como ministro de economía no parece ser el principal causante de la victoria, o al menos no el único, ya que la elección de Axel Kicillof en la Provincia de Buenos Aires arrastrando a un 45% del electorado le brindó 4.224.688 votos, cifra casi en sintonía con los 4.233.092 del reelecto gobernador de la provincia. Los meses y los años que vienen son claves para comprender el clivaje del electorado y las asociaciones entre víctimas y victimarios de este sangriento 2023.
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