En el último tiempo hemos sido testigos de una serie de dichos, discursos y decisiones de la clase política argentina digna de una novela ochentosa de la tarde o de película de zombis clase B, todavía no me queda claro. Reminiscencias del mito fundante, egos, pseudo dogmatismos, furcios, sincericidios y hasta esoterismo fueron parte del espectáculo de quienes detentan el poder político formal en el país y de los que tienen intención de alcanzarlo en este año electoral. Esto último se vio exacerbado en los cierres de campaña y las jornadas posteriores al resultado de las elecciones generales que dieran al candidato de UP (Sergio Massa) y el de LLA (Javier Milei) la posibilidad de competir en segunda vuelta, dejando fuera del juego electoral a los otros tres candidatos, principalmente a la candidata de JxC (Patricia Bullrich) que se creía con chances de llegar a la segunda vuelta.
Este escrito lejos esta de ser un análisis teórico del momento que vive el plano electoral argentino, en realidad tiene la humilde intención de ser un llamado a la reflexión con el fin de interpelarnos, por lo menos es lo que hago desde el domingo 23 de octubre entrada la noche, sobre el modelo de disputa política que deseamos para el país. Es por eso por lo que den por seguro que encontrarán subjetivaciones, algunos comentarios al pasar productos de mi sentir y no un argumento sólidamente fundado en algún teórico que conocí mi estancia en la universidad, aunque ellos estarán presentes.
Dicho esto, dejando de lado los insultos directos y acusaciones sin fundamento real, entre todo lo que se dijo y se utilizo como mecanismo de atracción de votos o justificación de decisiones, hay uno en particular que me llamo más la atención, las palabras de nuestro prócer José de San Martín: “Cuando la Patria está en peligro todo está permitido, excepto no defenderla”, resumidas a un eslogan «la patria está en peligro» utilizada por la candidata de JxC para justificar su apoyo al candidato de LLA, quien días previos la había acusado de asesina de bebés, esto nos lleva a una dualidad (perdón Descartes) entre las posturas de las dos fuerzas que competirán por alcanzar el poder ejecutivo de forma legítima, en términos simples, la polarización re frita una y otra vez. Claro que no sería nada extraño si no fuera que este mismo mensaje fue utilizado por quienes hoy integran UP para criticar la gestión de Macri (2015-2019) en el PEN. En recurrentes ocasiones los seguidores y partidarios de la mayor fuerza opositora encolumnada en el Kirchnerismo, la expresión del Peronismo surgida en 2003, se dieron cita para marchar detrás de este eslogan, hasta el 25 de mayo de 2018 tuvieron un gran encuentro en el Obelisco para mostrarse en contra de los acuerdos con el FMI del gobierno bajo esta consigna. Esto no deja de lado a LLA, que también propone una polarización entre la libertad o los mismos de siempre, que le sirvió para llegar a la contienda final por el ejecutivo nacional.
Es recurrente que todos en algún momento se proclaman defensores de la patria frente al peligro que implica la llegada o continuidad de la fuerza contraria (al menos en la elección actual, ya que muchos de los que hoy compiten compartieron espacios en otras épocas sin que esto implique un castigo en las urnas). Esta dicotomía deja al ciudadano con la única función de votar para «quitar», sin posibilidades de votar propuestas afines, sino que votando a los anti-antipatria, los anti k, los anti derecha, el anti estado y así los «anti» que se nos ocurra. En esta lógica no hay lugar para los moderados dialoguistas, los que apuntan al consenso para encausar la administración del estado son tildados de tibios, falsos, palomas, blandos y adjetivos similares apuntando que no “se la juegan por la patria”. Así el mecanismo nosotros y los otros en la política argentina se encuentra en un bucle desde tanto que nadie puede recordad a ciencia cierta como entramos en este loop, claro que sobre eso también hay dos visiones diferentes y antagónicas.
Lo que me lleva a preguntarme ¿hasta cuándo las palabras del prócer máximo serán la herramienta electoral de las distintas fuerzas políticas en el país?
Este uso hasta el agotamiento de la icónica frase evidencia al menos dos falencias en quienes la usan de slogan electoral, por una parte, autoproclamarse defensores de la patria; una categoría que, aunque puede tener algunos personajes en duda, es claro que los integrantes vivieron en otro tiempo y normalmente aparecen en los billetes y los manuales de historia escolares. Entonces ese acto de la autoproclamación muestra un marcado egocéntrico y personalismo, pasar a la historia como una de las motivaciones centrales o en todo caso, pasar a la historia como un político correcto y despegarse de una clase política que hacer años hace méritos para ser recordados como los peores de la historia de nuestro país. Valerse de los pensamientos del prócer con el fin de convocar votos en la búsqueda del poder, invita a verse a la luz de este, recorres sus pasos y hasta inventar una línea histórica que los conecte, como hicieron en su momento Yrigoyen, Perón y hasta el mismo Néstor Kirchner; sin «ponerse colorados» los distintos candidatos trajeron a San Martin a sus mítines con el único fin de valerse de su historia para ganar una elección. Lo que más me sorprende es que sigue funcionando a fines electorales.
Por otro lado, la defensa de la patria nos lleva a la construcción de la otredad, del enemigo (interno en las elecciones, pero externo subterráneamente) que deja al votante una duda de argentinidad o cipayismo, porque la dualidad de estos personalismos apoya sus discursos en la eliminación del otro, en términos de contraposición, ceros y unos como el código binario de las computadoras; no hay algo en medio, tampoco hay ideas. La simple eliminación o barrida del otro es la solución a todos los problemas que vive el país. Así la defensa de la patria se entiende como la eliminación del contrincante y, manera peligrosa, plantea un pensamiento único de modelo de país, o ¿acaso dentro del cero o el uno existen otros números? Como dijimos antes sin que esto los ruborice candidato tras candidato se intenta subir al caballo del mito fundante para liberar al país del mal que encuentra caracterizado en la formula del partido opositor (aun cuando hasta hace una elección atrás compartieran boleta), los resultados están a la vista y el pragmatismo devora a diario los valores del prócer, que es mucho más que una frase icónica.
Es lamentable que como electores encontremos en lógicas centenarias y propuestas vacías la única salida electoral, que nadie se pregunte «¿Cómo lo van a hacer?» y juguemos la suerte del país como el clásico del domingo, que nadie quiere ganar jugando bien, sino con un gol sobre la hora con la mano. Los personalismos dirigenciales son como esa maña que tenemos cuando somos adultos que tanto mal nos hace y la justificamos con frases como “soy así, ya de grande no voy a cambiar” o la más triste para un vicio “de algo hay que morir”, ¿dejar que la clase política invoque a nuestro prócer máximo en su juego electoral nos hace cómplices? Culpables de nuestra historia binaria. Ellos y nosotros, ese loop que se renueva no importa donde vayamos. Quizás sea tiempo de reconocernos como tales y no esperar soluciones maginas del líder carismático, de ese caudillo moderno que hasta hace no mucho usaba poncho, entender que somos el cero o somos el uno, quizás cuando seamos honestos con nosotros mismos podremos darnos cuenta de que eso nos puso aquí y en este lugar nos dejará por el tiempo que dure nuestro pensamiento binario (construido desde los orígenes de nuestro ser como argentinos), porque nunca olvidemos que el voto en la urna es una acción personal que impacta en todos.
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