El 14 de mayo en Turquía los más de 60 millones de ciudadanos deben elegir un presidente que ocupará el cargo durante los próximos cinco años. Además de la renovación de los 600 escaños del parlamento para el mismo período, en base a las 87 regiones que integran el país. Estas elecciones fueron decisivas para redefinir el rumbo que tomaría Turquía en medio de una crisis económica y social, siendo que el islamista y conservador Recep Tayyip Erdogan cumple 20 años ininterrumpidos en el poder.
El actual presidente presentó su candidatura por el partido de la Alianza Popular, integrado por el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) y el Partido de Acción Nacionalista (MHP). En estas elecciones su principal opositor fue Kemal Kiliçdaroglu, quien encabezaba el liderazgo de una alianza configurada por seis partidos opositores con vigencia desde 2018. Según las elecciones turcas, el candidato debe obtener el 50% de los votos, en caso contrario, corresponde llevarse a cabo una segunda vuelta, la cual ocurrió por primera vez desde el mandato de Erdogan, ya que el presidente obtuvo el 49,51% de votos y el otro 44,88% fueron para Kemal. El 28 de mayo fue celebrada la segunda vuelta y Erdogan logró su reelección con el 52,0% de votos, donde también su partido de la Alianza Popular consiguió la mayoría parlamentaria ocupando 323 escaños.
¿Cómo continúa el gobierno de Erdogan? Principalmente frente a un país polarizado, demostrado en la reñida elección y consagración del ballotage, que atraviesa una crisis económica desde 2018, haciendo que la lira turca haya perdido un 80% de su valor frente al dólar, además de una inflación que ha alcanzado una cifra interanual del 44% en el último mes.
Este panorama ha sido agudizado por los destrozos y pérdidas ocasionados por los terremotos ocurridos en febrero, y que además, actualmente son aéreas a la espera de ser reconstruidas. El presidente electo se encuentra con cuestiones a resolver como las denuncias realizadas por el encarcelamiento de políticos, periodistas y civiles acusados de terrorismo, sin comprobación; otras en cuanto al retroceso en el desarrollo de los derechos humanos y libertades políticas durante todo su gobierno, relacionadas al control que ejerce en instituciones independientes, como el poder judicial o medios masivos de comunicación.
En medio de los reclamos tanto de sectores de la sociedad, como de partidos opositores y organismos internacionales, Erdogan continuará su estrategia de concentración del poder en el ejecutivo, como ha demostrado cuando decidió abolir el papel del Primer Ministro, y su incisiva presión sobre la sociedad civil, ejemplificada en los múltiples casos de encarcelamientos preventivos de posibles opositores o críticos de su gobierno.
La Unión Europea es uno de los organismos internacionales que ha denunciado las limitaciones democráticas y la violación de los derechos humanos en Turquía, pese a esto, han felicitado en nombre del bloque regional al actual presidente por lograr la reelección. Están dispuestos a mantener las relaciones estratégicas para realizar un seguimiento de cerca sobre la isla de Chipre, disputada por Turquía y Grecia, también es conveniente para continuar con el acuerdo establecido con Erdogan, que tiene como objetivo principal que el gobierno turco financie la contención de los más de cuatro millones de refugiados sirios que escapan de su país hacia Europa.
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